LOS QUE SOÑABAN CON LA LUNA. MISIÓN APOLO
Cuando la periodista Karen Lester hizo una entrevista, a finales de 1968, a Jim Lovell, con el fin de que la revista para la que trabajaba lo declarara hombre del año, estaba lejos de saber que apenas dieciséis meses más tarde sería mucho más famoso por otro acontecimiento. La historia había comenzado había comenzado no mucho tiempo antes. Los rusos llevaban la delantera en misiones espaciales a Estados Unidos en plena Guerra Fría; cuando el ruso Gagarin estuvo en la órbita de la tierra durante una hora, en la Casa Blanca saltaron las alarmas, pero nadie esperaba que en un discurso en 1961 el recién elegido presidente de los Estados Unidos declarará con rotundidad que antes de terminar la década un americano habría puesto sus pies en la luna. A muchos se les heló el sudor en la frente, pues técnicamente estaban muy lejos de esa posibilidad. A ese discurso siguió la creación de la NASA, los diversos experimentos de las operaciones denominadas Apolo… Entre esos hombres que participaban en los diversos proyectos estaba Jim Lovell. En julio de 1969 Neil Armstrong coloca la bandera de Estados Unidos en la superficie lunar. El suceso fue visto en las 500.000 pantallas de televisión existentes en el mundo. Pero la capacidad de olvido del ser humano es gigantesca; cuando en 1970, el Apolo XIII salió al espacio, apenas tuvo eco en las noticias del día.
Sí lo tuvo, días después, cuando debido a problemas técnicos, las dificultades para que regresara eran gigantescas. Tres astronautas a bordo de una nave, cuyo comandante era Jim Lovell participaban en una carrera contrarreloj para lograr que la cápsula espacial regresara a la tierra. Miles de personas participaron en los cálculos para que con la menor energía posible y haciendo los gastos menores, quedara energía para entrar en la órbita de la tierra; sin saber si la cápsula mantenía activa la protección para el aumento de temperatura que eso suponía en el interior de la nave. Millones de personas vivieron pendientes de esa operación y fueron varias familias las que siguieron el monitor desde el hogar del comandante de nave, en una espera angustiosa que terminó felizmente. Es probable que sea una de las mayores proezas técnicas del siglo XX. Para la comprensión de algunos detalles técnicos se requieren unos conocimientos mínimos que se supone se tienen a partir de los catorce años.